CRÓNICAS DEL MAL,de Alberto Ramponelli
Editorial Muerde Muertos comenzó a distribuir esta semana, a través de Galerna-Que Leer, CRÓNICAS DEL MAL, de Alberto Ramponelli. En su octavo libro, Ramponelli vuelve a desplegar su consolidado estilo para recrear casos policiales argentinos y tratar de develar por qué un ser humano es capaz de transformarse en un asesino. El libro ya puede comprarse en las librerías de Galerna y en algunas semanas en Cúspide y Yenny. También, puede adquirirse a través de nuestro sistema de compra directa, escribiendo a malpascal@yahoo.com.ar, con envíos sin cargo a toda Capital Federal.
domingo, 15 de junio de 2014
martes, 22 de abril de 2014
Mi colaboración para la revista "Amsterdam Sur"
RENOVACIÓN DEL GÉNERO POLICIAL EN LA LITERATURA ARGENTINA
DOS CASOS: BORGES Y BIOY CASARES
Alberto Ramponelli
Se considera a Poe el fundador del género, y el primer cuento policial sería Los crímenes de la calle Morgue (1841). Según estudiosos, habría remotos antecedentes (La Biblia, Edipo Rey), pero Poe aporta un elemento fundamental que hasta ese momento no existía: el investigador profesional, el detective, con su personaje Auguste Dupin. También, establece el modo de investigar, que será un instrumento esencialmente mental: el método deductivo.
Así constituido, el género pasa a Europa, particularmente a Inglaterra. Entre los varios escritores famosos que lo practican (Agatha Cristie, Conan Doyle), quiero destacar a Chesterton y su personaje más famoso, el padre Brown. Esta saga va de 1910 a 1935. Las historias que tienen al padre Brown como protagonista funcionan sobre el siguiente esquema: los hechos parecen tener una causa de índole sobrenatural, pero este cura devenido detective descubre su explicación racional, natural, dentro de los límites de la realidad objetiva...
Para seguir leyendo:
http://www.amsterdamsur.nl/11Ramponelli.html
domingo, 13 de abril de 2014
ECUADOR 2014
CUARTO ENCUENTRO DE ESCRITORES LATINOAMERICANOS
POR EL DERECHO A LA MEMORIA
A fines de marzo de 2014 participé en este Encuentro realizado en el Museo Municipal de Guayaquil, Ecuador, presentando mi último libro "ESPERANDO A LOS TÁRTAROS" (ficciones breves, poemas, teatro).
POR EL DERECHO A LA MEMORIA
A fines de marzo de 2014 participé en este Encuentro realizado en el Museo Municipal de Guayaquil, Ecuador, presentando mi último libro "ESPERANDO A LOS TÁRTAROS" (ficciones breves, poemas, teatro).
jueves, 13 de marzo de 2014
Mi colaboración para La Tecl@ Eñe
Sobre la narrativa de Miguel Briante
Un buen lector, un buen narrador
Por Alberto Ramponelli
(para La Tecl@ Eñe)
Se ha dicho que Miguel Briante fue un cuentista precoz, y su breve pero intensa obra así lo demuestra. Una razón de esta temprana capacidad narrativa es que Miguel Briante fue un agudo, atento lector. Supo leer a los grandes escritores que lo precedieron y nutrió su propia obra con los aportes de los grandes maestros de la narrativa de su época, como Carson McCullers, Faulkner, Rulfo, Onetti.
Para leer la nota completa:
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene#%21alberto-ramponelli/c1nfg
jueves, 20 de febrero de 2014
RENOVACIÓN DEL GÉNERO POLICIAL EN LA LITERATURA ARGENTINA
DOS CASOS: BORGES Y BIOY CASARES
Se considera a Poe el fundador del género, y el primer cuento policial sería Los crímenes de la calle Morgue (1841). Según estudiosos, habría remotos antecedentes (La Biblia, Edipo Rey), pero Poe aporta un elemento fundamental que hasta ese momento no existía: el investigador profesional, el detective, con su personaje Auguste Dupin. También, establece el modo de investigar, que será un instrumento esencialmente mental: el método deductivo.
Así constituido, el género pasa a Europa, particularmente a Inglaterra. Entre los varios escritores famosos que lo practican (Agatha Cristie, Conan Doyle), quiero destacar a Chesterton y su personaje más famoso, el padre Brown. Esta saga va de 1910 a 1935. Las historias que tienen al padre Brown como protagonista funcionan sobre el siguiente esquema: los hechos parecen tener una causa de índole sobrenatural, pero este cura devenido detective descubre su explicación racional, natural, dentro de los límites de la realidad objetiva.
En nuestro país el género se extiende durante la primera mitad del siglo XX, hasta transformarse en una literatura muy difundida y popular, con ediciones de bolsillo, colecciones como el Séptimo Círculo, dirigida por Borges y Bioy Casares, luego harán su aporte Rodolfo Walsh y en los 70 Ricardo Piglia, entre otros. Quizás por su difusión y popularidad, el policial es un género que tiende a calzar en un estereotipo, con una estructura cerrada y rígida, y pautas bien definidas: una víctima, un asesino y un detective, lo que implica que el desarrollo del relato se plantee según el esquema de un crimen (que es un enigma), una investigación y una resolución.
Esta tendencia a cristalizarse ha hecho, paradójicamente, que sea uno de los géneros que más se transformó a lo largo del siglo XX. Sin embargo, a esas transformaciones contribuyeron, no tanto los escritores menores especializados en el género, sino aquellos que practicaban otras literaturas y circunstancialmente incursionaron en lo policial. Sobre todo grandes escritores, como Borges y Bioy Casares, que se interesaron por la importancia que el enigma tiene en la construcción de un texto policial y su resolución, y que de algún modo, como señaló Piglia, está presente en todo texto de ficción, donde hay que descifrar un enigma, a cargo del narrador o de los personajes. Borges y Bioy Casares escribieron en colaboración Seis problemas para don Isidro Parodi, firmado bajo el seudónimo Bustos Domecq (1942). Pero, sin duda, sus textos más valiosos relacionados con el género policial están en sus obras individuales. Vamos a tomar, como ejemplo, un cuento de cada uno de ellos: El perjurio de la nieve, de Bioy Casares y La espera, de Borges.
En El perjurio de la nieve, un relato escrito en 1943 y que integra el libro La trama celeste, el autor se presenta como un presunto transcriptor de una historia que otro ha escrito. Sin embargo, sobre el final del texto, el autor va a retomar la voz narrativa para dar un vuelco inesperado al desenlace. Se trata de una historia compleja, sostenida por una trama en la que se entretejen varios hilos argumentales. Vamos a tomar uno de esos hilos, el que considero central, que es donde se da el aporte novedoso al género.
La historia que el autor transcribe está escrita por un tal Villafañe, periodista, que en un viaje al sur conoce a un poeta, Oribe. Coinciden en el mismo hotel, se da entre ellos cierta amistad. Allí se enteran del caso misterioso de la estancia “La Adela”. Desde la ventana del hotel se ve la tranquera de ese establecimiento. Nadie entra ni sale, dice el patrón del hotel, desde hace un año y medio. En “La Adela” vive un estanciero (Vermehren), con sus cuatro hijas. Días después, desde la misma ventana, ven que un auto atraviesa la tranquera, rompiendo el curioso y prolongado aislamiento. Después se enteran que una de las hijas, Lucía, murió, en apariencia, de muerte natural. A partir de este hecho la trama deriva en una serie de circunstancias inesperadas, que motivan a Villafañe a investigar qué ocurrió realmente con la muerte de Lucía. Descubre lo siguiente: un año y medio atrás, el médico había dictaminado que Lucía no vivirá más de tres meses. Vermehren decide que en la estancia se cumpla una vida rutinaria, repetitiva, para que no pase el tiempo, y de este modo impedir la muerte de su hija. Anular el tiempo es lo que pretende el estanciero en su obstinada desesperación, y como consecuencia anular la muerte. Sin embargo, alguien habría violado este aislamiento, en apariencia Oribe, quien entra en la casa, descubre a Lucía, tiene relaciones con ella, y de este modo rompe el sortilegio. Oribe sería el aparente culpable, involuntario, claro, de la muerte de Lucía, quien continuaba con vida pese al diagnóstico médico, gracias al recurso de índole sobrenatural que la decisión de su padre había logrado consumar. Y acá reside la originalidad, la propuesta novedosa de este texto. Bioy Casares invierte el célebre procedimiento de Chesterton: lo que parece ser una muerte natural, resulta que tiene un culpable (involuntario, como dijimos) y por causas sobrenaturales.
Pasemos ahora al texto de Borges, La espera, que figura en el volumen El Aleph, publicado en 1949. De este relato, Borges dice que se lo sugirió una crónica policial, con lo cual establece una clara filiación con el género. Un narrador en tercera persona narra la historia, y el tono indirecto, velado, favorece el clima de misterio.
Esta historia puede sintetizarse de la siguiente manera:
Un hombre llega a una pensión. Cuando la dueña le pregunta, dice que se llama Villari, que en realidad es el nombre de su enemigo, según informa el narrador. Al principio, el hombre no sale de la casa. Semanas después, tomando algunas precauciones, se anima a concurrir por las noches al cinematógrafo. Ve películas del hampa, lo que le recuerda su vida anterior. Mientras matea en el patio de la pensión, lee todas las tardes una sección del diario, con la esperanza de que le trajera la noticia de la muerte del verdadero Villari. Compara su reclusión actual, en la pensión, con “otras” reclusiones (se insinúa que estuvo preso). En esa soledad recuerda que en días lejanos había deseado muchas cosas, un deseo sin escrúpulos, que le habían generado el odio de los hombres y el amor de alguna mujer. En la pieza que ocupa hay un estante con libros, entre ellos un ejemplar de la Divina Comedia. El falso Villari acomete la lectura, nos dice el narrador, sin sospechar que Dante lo habría condenado al último círculo, donde los dientes de Ugolino roen sin fin la nuca de Ruggieri (este círculo es el noveno, de los asesinos y traidores).Tiene un sueño repetido: sus perseguidores lo encuentran y él tiene que matarlos. Finalmente el sueño se hace realidad, pero no puede defenderse, y lo matan.
El relato se monta sobre dos procedimientos: el dato oculto (no sabemos por qué el personaje se esconde) y la técnica del indicio. Comprobamos, también, que Borges ha suprimido un componente clave en la conformación del género, el gran aporte de Poe: el investigador. En este relato, no hay investigador dentro de la historia. Sin embargo, mediante los indicios que el narrador siembra a lo largo del texto, el lector puede entrever, deducir, cuál es el trasfondo de la historia. El falso Villari pertenece al mundo del hampa. Por el amor de una mujer ha traicionado a otro hampón (el verdadero Villari). Éste lo busca para vengarse. O sea, Borges saca al investigador de adentro de la historia, y lo pone afuera: el lector cumple la función de resolver el trasfondo oculto de la historia. Y es justamente en este notable proceso de escamoteo y restitución donde reside la originalidad de este texto.
Con aportes como los que acabamos de señalar, el género policial se transforma y enriquece, deja de frecuentar un formato estandarizado y el calificativo de género “menor” pierde competencia. En ambos relatos estamos frente a literatura, a secas, y de la mejor.
(Síntesis de la conferencia dictada en la Feria del Libro de Mar del Plata, con el auspicio del Instituto Cultural de la Pcia. De Buenos Aires, noviembre de 2013).
Alberto Ramponelli
miércoles, 12 de febrero de 2014
EL GÓTICO QUE VIENE DE MORÓN
domingo, 9 de junio de 2013
Ver mi nota publicada en junio en la revista La Tecla Eñe:
"La novela que Walsh escribió"
http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene#!nota-alberto-ramponelli/c1wfj
miércoles, 26 de diciembre de 2012
Entrevista con Andrés Llinares para el programa
ANTICIPOS TV
http://www.youtube.com/watch?v=dXVwYTktUok
ANTICIPOS TV
http://www.youtube.com/watch?v=dXVwYTktUok
martes, 16 de agosto de 2011
Antología poética "Sin Fronteras"
martes, 24 de mayo de 2011
miércoles, 4 de mayo de 2011
El mundo de Alberto Ramponelli
Grietas en la arquitectura del orden establecido
Entrevista realizada por José María Marcos
(para la revista Insomnia)
El escritor argentino Alberto Ramponelli viene desarrollando una interesante obra ligada fuertemente a la mejor literatura fantástica latinoamericana que, desde la perspectiva de la poeta María Negroni, es “una deriva de la literatura gótica” (Galería Fantástica, 2009).
Nacido en Morón en 1950, el autor ha creado ficciones donde formas arcanas de ver el mundo conviven, se complementan y colisionan con la razón, y lleva publicados cinco títulos: los libros de cuentos Desde El Lado De Allá (1990) y Una Costumbre de Oceanía (2006) y las novelas El Último Fuego (2001), Viene con la Noche (2005) y Apuntes Para Una Biografía (2009).
Ramponelli dirigió la revista Otras puertas (1993-1997) y coordina talleres literarios desde 1985. Resultó finalista del Premio Clarín de Novela (1998) y recibió el Tercer Premio Municipal de Córdoba Luis de Tejada (2007). El Fondo Nacional de las Artes (FNA) lo distinguió en Novela (1996 y 2008) y Cuento (1998 y 2004), y lo seleccionó para integrar la Antología de Cuento 50º Aniversario del FNA (2008). Vive en Morón, está casado y tiene tres hijos.
En diálogo con INSOMNIA, contó cómo fue su formación, hizo un repaso de sus cinco libros, habló de la importancia de la literatura fantástica, dijo que Stephen King “tiene una garra narrativa envidiable que he visto en muy pocos escritores” y se refirió a la reciente adaptación teatral de su cuento Laberintos. Destacó que sus maestros fueron Jorge Luis Borges, William Faulkner y Franz Kafka.
Para leer la entrevista completa:
http://www.stephenking.com.ar/revista/161/otrosmundos.htm
Grietas en la arquitectura del orden establecido
Entrevista realizada por José María Marcos
(para la revista Insomnia)
El escritor argentino Alberto Ramponelli viene desarrollando una interesante obra ligada fuertemente a la mejor literatura fantástica latinoamericana que, desde la perspectiva de la poeta María Negroni, es “una deriva de la literatura gótica” (Galería Fantástica, 2009).
Nacido en Morón en 1950, el autor ha creado ficciones donde formas arcanas de ver el mundo conviven, se complementan y colisionan con la razón, y lleva publicados cinco títulos: los libros de cuentos Desde El Lado De Allá (1990) y Una Costumbre de Oceanía (2006) y las novelas El Último Fuego (2001), Viene con la Noche (2005) y Apuntes Para Una Biografía (2009).
Ramponelli dirigió la revista Otras puertas (1993-1997) y coordina talleres literarios desde 1985. Resultó finalista del Premio Clarín de Novela (1998) y recibió el Tercer Premio Municipal de Córdoba Luis de Tejada (2007). El Fondo Nacional de las Artes (FNA) lo distinguió en Novela (1996 y 2008) y Cuento (1998 y 2004), y lo seleccionó para integrar la Antología de Cuento 50º Aniversario del FNA (2008). Vive en Morón, está casado y tiene tres hijos.
En diálogo con INSOMNIA, contó cómo fue su formación, hizo un repaso de sus cinco libros, habló de la importancia de la literatura fantástica, dijo que Stephen King “tiene una garra narrativa envidiable que he visto en muy pocos escritores” y se refirió a la reciente adaptación teatral de su cuento Laberintos. Destacó que sus maestros fueron Jorge Luis Borges, William Faulkner y Franz Kafka.
Para leer la entrevista completa:
http://www.stephenking.com.ar/revista/161/otrosmundos.htm
domingo, 10 de abril de 2011
Presentación de la antología poética
"Sin Fronteras"
La presentación editorial se realizó en el Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, como parte del programa "Con ustedes… los libros". La obra será presentada en los países de México, Argentina, Chile, Cuba y Colombia para difundir y posicionar el trabajo editorial de la UAEH a nivel internacional.
Pachuca de Soto, Hgo.- En el marco de la celebración del 50 Aniversario de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) se presentó, en el Instituto de Artes (IA), la antología Sin Fronteras, obra editorial que reúne trabajos de autores originarios de países latinoamericanos y del Caribe. Guillermo Furlong Franco, escritor y poeta pachuqueño quien se encargó de recopilar los textos. De igual forma estuvieron presentes Alberto Ramponelli, Gloria Arcuschin, Carlos Dariel, María Cristina Briante y Fernando Gustavo Russo, escritores argentinos que participan en la antología.
Más información: http://www.uaeh.edu.mx/inicio/boletin.php?id=3814
martes, 8 de marzo de 2011
martes, 15 de febrero de 2011
jueves, 20 de enero de 2011
Video "Apuntes para una biografía", de Alberto Ramponelli
Video realizado por Luis Lhooner en base a textos de la novela "Apuntes para una biografía" leídos por su autor.
Parte I
Parte I
Parte II
domingo, 10 de octubre de 2010
Narrativa breve
EL CINE COMO EDUCACION SENTIMENTAL
El tipo se pasea impaciente frente a la entrada de un cine, un ir y venir mecánico por la vereda. Consulta cada tanto su reloj, parece esperar a alguien (a ella, suponemos). Es un cine de barrio, uno de esos cines antiguos de nuestra adolescencia, con puertas vaivén de vidrio que tienen pegados afiches a color de la película. El tipo parece molesto por la demora, lo indica un gesto de disgusto en toda su cara, especialmente en los ojos. Pero, si lo miramos con atención, podremos ver que también en su ojos hay, aunque un poco más atrás, como escondido, algo parecido al miedo. Eso es, un miedo escondido que el brillo de encono no logra ocultar del todo. Como si el tipo tuviera miedo de tener miedo. Se detiene, prende un cigarrillo, vuelve a consultar el reloj, sopla el humo con fuerza, lo escupe casi. Ese gesto iracundo pertenece al disgusto. El humo que se disipa casi al instante es, en cambio, una metáfora del miedo. Ahora retoma el ir y venir, sus labios parecen murmurar algo, una frase descalificadora o insultante (para ella, suponemos), donde el tipo busca cobijarse. Algunos rezagados entran casi atropelladamente, la película está a punto de empezar o ya empezó hace algunos minutos. Antes de que las puertas detengan su vaivén, el tipo atisba hacia adentro. Alcanza a ver parte del hall iluminado y vacío, aunque acogedor, mientras una de sus manos estruja dos entradas en el bolsillo del saco y la otra sostiene el cigarrillo levemente tembloroso. El tipo siente impulsos de entrar, no hay guardián con capa de piel y barba de tártaro que se lo impida, no está ante las puertas de la Ley, es nada más que un cine de barrio de esos que ya no existen. Bastaría empujar con el hombro y... Pero en el bolsillo del saco su mano estruja dos entradas. Mira sin ver el afiche de una de las puertas. Si prestara atención, quizás encontraría en la foto a color del protagonista una pista que le permitiese entender. Pero aparta la mirada, como con miedo. Da una última pitada y retoma el ir y venir, aunque en trayectos cada vez más largos. Parece que se aleja para no volver pero vuelve. Una, dos, tres veces. Parece sosegado ahora, parece caminar sobre una línea intermedia entre el encono y el miedo. Saca las dos entradas y las rompe, con movimientos lentos y seguros, como ejecutando un ritual o como cerrando un pleito. Arroja los fragmentos de papel al aire, que revolotean como inofensivas maripositas, de esas que viven una sola noche. Después prende otro cigarrillo y se aleja, ya no vuelve, hasta perderse en un punto impreciso de la noche. Sobre la vereda sin nadie, rachas de viento le dan, de vez en cuando, vida efímera a las maripositas muertas. Dentro, en la pantalla, los espectadores pueden ver cómo el hombre que esperaba inútilmente a una mujer en la puerta de un cine de barrio, antiguo, de esos que ya no existen, se pierde en la noche fumando un cigarrillo.
El tipo se pasea impaciente frente a la entrada de un cine, un ir y venir mecánico por la vereda. Consulta cada tanto su reloj, parece esperar a alguien (a ella, suponemos). Es un cine de barrio, uno de esos cines antiguos de nuestra adolescencia, con puertas vaivén de vidrio que tienen pegados afiches a color de la película. El tipo parece molesto por la demora, lo indica un gesto de disgusto en toda su cara, especialmente en los ojos. Pero, si lo miramos con atención, podremos ver que también en su ojos hay, aunque un poco más atrás, como escondido, algo parecido al miedo. Eso es, un miedo escondido que el brillo de encono no logra ocultar del todo. Como si el tipo tuviera miedo de tener miedo. Se detiene, prende un cigarrillo, vuelve a consultar el reloj, sopla el humo con fuerza, lo escupe casi. Ese gesto iracundo pertenece al disgusto. El humo que se disipa casi al instante es, en cambio, una metáfora del miedo. Ahora retoma el ir y venir, sus labios parecen murmurar algo, una frase descalificadora o insultante (para ella, suponemos), donde el tipo busca cobijarse. Algunos rezagados entran casi atropelladamente, la película está a punto de empezar o ya empezó hace algunos minutos. Antes de que las puertas detengan su vaivén, el tipo atisba hacia adentro. Alcanza a ver parte del hall iluminado y vacío, aunque acogedor, mientras una de sus manos estruja dos entradas en el bolsillo del saco y la otra sostiene el cigarrillo levemente tembloroso. El tipo siente impulsos de entrar, no hay guardián con capa de piel y barba de tártaro que se lo impida, no está ante las puertas de la Ley, es nada más que un cine de barrio de esos que ya no existen. Bastaría empujar con el hombro y... Pero en el bolsillo del saco su mano estruja dos entradas. Mira sin ver el afiche de una de las puertas. Si prestara atención, quizás encontraría en la foto a color del protagonista una pista que le permitiese entender. Pero aparta la mirada, como con miedo. Da una última pitada y retoma el ir y venir, aunque en trayectos cada vez más largos. Parece que se aleja para no volver pero vuelve. Una, dos, tres veces. Parece sosegado ahora, parece caminar sobre una línea intermedia entre el encono y el miedo. Saca las dos entradas y las rompe, con movimientos lentos y seguros, como ejecutando un ritual o como cerrando un pleito. Arroja los fragmentos de papel al aire, que revolotean como inofensivas maripositas, de esas que viven una sola noche. Después prende otro cigarrillo y se aleja, ya no vuelve, hasta perderse en un punto impreciso de la noche. Sobre la vereda sin nadie, rachas de viento le dan, de vez en cuando, vida efímera a las maripositas muertas. Dentro, en la pantalla, los espectadores pueden ver cómo el hombre que esperaba inútilmente a una mujer en la puerta de un cine de barrio, antiguo, de esos que ya no existen, se pierde en la noche fumando un cigarrillo.
Alberto Ramponelli (inédito)
Comentario sobre "Apuntes..."
“Un pájaro negro sobrevuela los márgenes”
Norma Francomano
Esta novela de Alberto Ramponelli presenta varios niveles de lectura, uno micro y otro macro. Seguramente podría desgajarse en más pero prefiero ceñirme a estos dos. En principio me parece que esta obra intenta abarcar lo inabarcable y logra aproximarse a este objetivo con notable justeza. Parte de la llegada de este oscuro personaje, Edward Echenique, quien regresa a la Argentina deportado desde los Estados Unidos… Con el objetivo de poder llevar adelante su proyecto, decide sumarse a los grupos de izquierda y usarlos de pantalla para lo que sería su meta final…
Los apuntes del narrador, puestos en la boca de los diversos personajes le dan al texto un movimiento envolvente, circular, coral, de lenta aproximación que engaña al lector. Éste cree que descubrirá algo trascendental al terminar de leerlos. Hay datos que se van sumando, pero el misterio de Edward Echenique sigue en pie una vez terminada la novela: ¿quién fue?,¿a qué vino?, ¿estaba en sus cabales?, ¿era un fraude?, ¿qué matriz extranjera de pensamiento quiso impulsar en Latinoamérica?, ¿qué quedó de su escuela?, ¿qué características tenían sus seguidores?...
Esta novela de Ramponelli se conforma desde los bordes hacia el centro de un período histórico que apenas roza. Tanto se ha dicho y se sigue diciendo al respecto; y cuánto queda aún por decir. El autor sólo intenta mostrar otros componentes de aquella maraña de corrientes de pensamiento, intereses y fuerzas que confluyeron en el período más oscuro de nuestra Historia Nacional: el hippismo, la Cofradía de la Flor Solar, el esoterismo, Nietzsche, la masonería, el fenómeno OVNI, el capitalismo, el nazismo, el fascismo, las izquierdas, etc…
El nivel micro de lectura lo sostienen los relatos y testimonios personales de los personajes, su básica y desolada confusión. El contexto son los setenta, el enfrentamiento entre los proyectos de las izquierdas latinoamericanas y el del capitalismo depredador impuesto a sangre y fuego por la dictadura. Ambos proyectos fracasan. El primero por utópico y desgajado del grueso de la sociedad. El segundo por su crueldad, degradación moral e hipocresía...
Paradójicamente, esta ristra de fracasos a todo nivel son el abono necesario para la construcción colectiva que los grupos bienintencionados estaban buscando y esto no está en el texto de Ramponelli pero sí su honesto intento de aportar elementos dispersos, sutiles, ocultos, curiosamente ignorados bajo el manto de locura y de sangre de ese período reciente, que no termina de pasar porque siempre irrumpe una nueva verdad que nos escandaliza y nos compromete a seguir hasta el final.
Finalmente, esta novela ofrece varias piezas faltantes del rompecabezas que conforma nuestra ardua identidad.
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sábado, 9 de octubre de 2010
Recomendados
"Los culpables", Juan Villoro (Interzona, 2008)
Con Los culpables, Juan Villoro obtuvo el V Premio de Narrativa Antonin Artaud (México: 2007, otorgado en marzo de 2008). El cuento que da título al volumen es una magistral pieza breve, referida o anticipada en suplementos de diarios argentinos poco antes de la presentación de Villoro en la Feria del Libro. La cita de una máxima del decálogo de Horacio Quiroga en el ensayo sobre Monterroso (precisamente uno de los grandes narradores de la forma breve) también conviene a J. Villoro en este caso: “Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno”. “Los culpables” es el mejor ejemplo de una posibilidad: montar un “pequeño” universo en cuatro hojas a través de una escritura cuya dinámica equilibrada contrasta con la índole de lo narrado: tragicidad en lo trivial, dolor y sufrimiento risibles.
Otras máximas del decálogo parecen operar, además de la mencionada: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”, “No escribas bajo el imperio de la emoción”. Las incluyo porque ayudan a comprender la modalidad constructiva de este relato en primera persona sobre dos hermanos (el que no cuenta “no es un psicópata”, pero “tampoco es normal”) lanzados a escribir un guión cinematográfico (a instancias del que no es normal) con dos máquinas de escribir (una fallada, la del que cuenta), enfrentados en una mesa de la vieja granja familiar puesta en venta. Lo de “pequeño” universo es pertinente; si el fundamento -dos hermanos, una granja- es reducido, la narración es de apertura, de líneas disparadas desde ese centro elemental a lo lejano por cuestiones, personajes, temas, siempre a través de concisas referencias. La experiencia de la permeabilidad en zona de frontera (literal y metafórica), la tragedia de los indocumentados que aspiran a cruzarla, el deseo de ser un guionista mexicano para exportación, el ansia de irse y el mandato del regreso, etc., son algunos ejemplos dispares...
Con Los culpables, Juan Villoro obtuvo el V Premio de Narrativa Antonin Artaud (México: 2007, otorgado en marzo de 2008). El cuento que da título al volumen es una magistral pieza breve, referida o anticipada en suplementos de diarios argentinos poco antes de la presentación de Villoro en la Feria del Libro. La cita de una máxima del decálogo de Horacio Quiroga en el ensayo sobre Monterroso (precisamente uno de los grandes narradores de la forma breve) también conviene a J. Villoro en este caso: “Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno”. “Los culpables” es el mejor ejemplo de una posibilidad: montar un “pequeño” universo en cuatro hojas a través de una escritura cuya dinámica equilibrada contrasta con la índole de lo narrado: tragicidad en lo trivial, dolor y sufrimiento risibles.
Otras máximas del decálogo parecen operar, además de la mencionada: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”, “No escribas bajo el imperio de la emoción”. Las incluyo porque ayudan a comprender la modalidad constructiva de este relato en primera persona sobre dos hermanos (el que no cuenta “no es un psicópata”, pero “tampoco es normal”) lanzados a escribir un guión cinematográfico (a instancias del que no es normal) con dos máquinas de escribir (una fallada, la del que cuenta), enfrentados en una mesa de la vieja granja familiar puesta en venta. Lo de “pequeño” universo es pertinente; si el fundamento -dos hermanos, una granja- es reducido, la narración es de apertura, de líneas disparadas desde ese centro elemental a lo lejano por cuestiones, personajes, temas, siempre a través de concisas referencias. La experiencia de la permeabilidad en zona de frontera (literal y metafórica), la tragedia de los indocumentados que aspiran a cruzarla, el deseo de ser un guionista mexicano para exportación, el ansia de irse y el mandato del regreso, etc., son algunos ejemplos dispares...
Respecto del equilibrio, interesa el tono despojado de emoción, sostenido aunque se traten el dolor, el engaño, la traición; es una marca más o menos fuerte de todo el volumen cuya consonancia compositiva empieza por las primeras personas confesionales: “Me abrazó como si untarme su sudor fuera un bautizo”...
Villoro se define “de carácter disperso y curiosidades simultáneas”; sin dudas el trabajo de la escritura y la valoración del peso de las palabras le han permitido aprovechar las curiosidades y controlar la dispersión para armar estos cuidados artefactos (de ahí mi frase “manera sistemática” en el primer párrafo) donde los contrastes, aun las contradicciones se complementan y vuelven “creíble” la ficción, propician “aceptarla en tanto que tal” según planteara Juan José Saer, un punto de llegada valioso cuando de narrar se trata. Mónica Marinone (BazarAmericano.com).
Villoro se define “de carácter disperso y curiosidades simultáneas”; sin dudas el trabajo de la escritura y la valoración del peso de las palabras le han permitido aprovechar las curiosidades y controlar la dispersión para armar estos cuidados artefactos (de ahí mi frase “manera sistemática” en el primer párrafo) donde los contrastes, aun las contradicciones se complementan y vuelven “creíble” la ficción, propician “aceptarla en tanto que tal” según planteara Juan José Saer, un punto de llegada valioso cuando de narrar se trata. Mónica Marinone (BazarAmericano.com).
Poemas
La confusión es un asunto cotidiano
I)
Ellos justificaban
su locura con Dios, ellos,
antes, decían Dios y la locura
ponía en marcha sus herrumbrados engranajes.
Dios, decían, y la palabra lubricaba
el metálico estruendo, se hacía
gesto, voz,
ambulatorio catecismo pretencioso
buscaba encerrar en una fábula
toda la verdad.
II)
Pero nosotros, muy modernos
estábamos de acuerdo en
que Dios no es una hipótesis
científica, porque
la ciencia no es una creación
de Dios, es de los hombres
y los hombres deciden desde
su intolerable pequeñez qué cosa es
de Dios y qué cosa es
de nosotros, o sea
de los hombres.
III)
Pero ellos gesticulantes
decían también
nosotros y entonces nosotros
pasábamos a ser ellos, nosotros
decían y ellos decíamos y
el tumulto iba creciendo en ese
bar que estaba a la vera
de cualquier ruta.
IV)
Yo me acerqué
a la ventana, me puse
a mirar
los camiones que iban y venían,
algunos con patentes brasileñas.
Entonces recordé
a mi amigo Abelardo que
alguna vez dijo, enarbolando
su vaso de cerveza:
Ernesto es un tipo
que para cada solución tiene
dos problemas.
Alberto Ramponelli (inédito)
I)
Ellos justificaban
su locura con Dios, ellos,
antes, decían Dios y la locura
ponía en marcha sus herrumbrados engranajes.
Dios, decían, y la palabra lubricaba
el metálico estruendo, se hacía
gesto, voz,
ambulatorio catecismo pretencioso
buscaba encerrar en una fábula
toda la verdad.
II)
Pero nosotros, muy modernos
estábamos de acuerdo en
que Dios no es una hipótesis
científica, porque
la ciencia no es una creación
de Dios, es de los hombres
y los hombres deciden desde
su intolerable pequeñez qué cosa es
de Dios y qué cosa es
de nosotros, o sea
de los hombres.
III)
Pero ellos gesticulantes
decían también
nosotros y entonces nosotros
pasábamos a ser ellos, nosotros
decían y ellos decíamos y
el tumulto iba creciendo en ese
bar que estaba a la vera
de cualquier ruta.
IV)
Yo me acerqué
a la ventana, me puse
a mirar
los camiones que iban y venían,
algunos con patentes brasileñas.
Entonces recordé
a mi amigo Abelardo que
alguna vez dijo, enarbolando
su vaso de cerveza:
Ernesto es un tipo
que para cada solución tiene
dos problemas.
Alberto Ramponelli (inédito)
martes, 17 de agosto de 2010
Invitados al ranchito
Cazadores
El camarógrafo se acerca al león
es encantador ver el entusiasmo por su toma
cada vez más cerca de su presa.
El poeta se acerca al poema
es encantador ver el entusiasmo por sus palabras
cada vez más cerca de su presa.
El camarógrafo sigue al león.
El poeta sigue al poema.
El león merodea y de reojo mira
a su presa.
El poema merodea y de reojo siente
el calor de su presa.
El camarógrafo se queda sin aliento
cuando el león avanza sobre él.
El poeta se queda sin aliento
cuando el poema entra en él.
El león salta sobre el camarógrafo.
El poema salta sobre el poeta.
El camarógrafo huye.
El poeta no.
Carlos Carbone (inédito)
El camarógrafo se acerca al león
es encantador ver el entusiasmo por su toma
cada vez más cerca de su presa.
El poeta se acerca al poema
es encantador ver el entusiasmo por sus palabras
cada vez más cerca de su presa.
El camarógrafo sigue al león.
El poeta sigue al poema.
El león merodea y de reojo mira
a su presa.
El poema merodea y de reojo siente
el calor de su presa.
El camarógrafo se queda sin aliento
cuando el león avanza sobre él.
El poeta se queda sin aliento
cuando el poema entra en él.
El león salta sobre el camarógrafo.
El poema salta sobre el poeta.
El camarógrafo huye.
El poeta no.
Carlos Carbone (inédito)
jueves, 5 de agosto de 2010
Comentario sobre "Apuntes..."
REVISTA "NUESTRO LUGAR"
Acertado título para una obra que se lee de un tirón, con gran interés por las particularidades de su técnica narrativa. Un personaje y una historia que se van componiendo a través de retazos, de apuntes, de visiones que distintos narradores, desde diversos escenarios en tiempo y espacio, van entregando para armar el mosaico final de un ser ambiguo y enigmático. Se trata de la vuelta al país de un argentino que, radicado en Estados Unidos, es deportado y a su regreso se involucra en actividades políticas pero con intenciones que luego se irán develando por los testimonios de quienes en algún momento se cruzaron con él. De todos modos, el omnipresente Echenique sigue guardando su misterio. Alberto Ramponelli, conocido escritor y coordinador de talleres literarios de nuestra región, obtuvo en 2008 el Premio Fondo Nacional de las Artes con esta novela. Anteriormente había publicado cuatro libros y dirigido la revista literaria Otras puertas, así como obtenido varias distinciones importantes. (Editó Simurg, 190 páginas).
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Comentario sobre "Apuntes..."
miércoles, 28 de julio de 2010
Narrativa breve
SOLCITO
Ella era un sol. “Un solcito”, la llamaba su padre. Pero de golpe se tiró toda la noche encima y se apagó. Con una 22, en su propia boca, con su propia mano. Penas del corazón, podría titularse, como en un viejo folletín. “No puedo vivir con esto”, repetía su padre, y ella no podía contestarle porque se había metido en una noche que de tan larga no tenía retorno. Como tomarse un tren con boleto de ida solamente. El tren de la noche, que únicamente va. Pero no se lleva todo. Se lleva lo más importante, sí, el soplo vital que animaba el cuerpo o lo que podríamos llamar el núcleo ígneo del cuerpo de Solcito, y deja de este lado nada más que residuos miserables, pedazos de historias ya irreversibles como la luz de las estrellas muertas, el padre repitiendo “no puedo vivir con esto”, el padre que alguna vez fue policía y ahora está retirado y se encamina hacia una vejez insoportable, el padre que siendo policía le compró a su hija, tiempo atrás, una 22, y le enseñó a usarla, para que tuviera con qué defenderse en estos tiempos difíciles, para que ella dañara primero a quien intentara dañarla. Y eso fue lo que Solcito hizo. Se dañó.
Alberto Ramponelli (inédito)
Ella era un sol. “Un solcito”, la llamaba su padre. Pero de golpe se tiró toda la noche encima y se apagó. Con una 22, en su propia boca, con su propia mano. Penas del corazón, podría titularse, como en un viejo folletín. “No puedo vivir con esto”, repetía su padre, y ella no podía contestarle porque se había metido en una noche que de tan larga no tenía retorno. Como tomarse un tren con boleto de ida solamente. El tren de la noche, que únicamente va. Pero no se lleva todo. Se lleva lo más importante, sí, el soplo vital que animaba el cuerpo o lo que podríamos llamar el núcleo ígneo del cuerpo de Solcito, y deja de este lado nada más que residuos miserables, pedazos de historias ya irreversibles como la luz de las estrellas muertas, el padre repitiendo “no puedo vivir con esto”, el padre que alguna vez fue policía y ahora está retirado y se encamina hacia una vejez insoportable, el padre que siendo policía le compró a su hija, tiempo atrás, una 22, y le enseñó a usarla, para que tuviera con qué defenderse en estos tiempos difíciles, para que ella dañara primero a quien intentara dañarla. Y eso fue lo que Solcito hizo. Se dañó.
Alberto Ramponelli (inédito)
martes, 13 de julio de 2010
Invitados al ranchito
Una mujer
En la puerta del burdel, un hombre pregona la mercadería a los viandantes. Les ofrece una mujer muy blanca pero cubierta de lunares y otra dada a pulposas fantasías y otra de ojos como espadas y otra capaz de tocar tres instrumentos al unísono y otra que ruge como el rotor de un helicóptero desbocado y otra extranjera y otra que se olvida de su propio nombre en cada recodo de su sexo. Sin embargo, adentro hay solamente una mujer. Sin embargo, el hombre no miente.
Golem y rabino
Muchos cabalistas fueron capaces de crear un Golem, pero no todos lograron que su Golem les obedeciera. Se cuenta la historia de un Golem rebelde a quien cierto rabino modeló a su propia imagen y semejanza y que, aprovechando el notable parecido de sus rasgos, tomó el lugar de su Creador. Esta verídica historia es absolutamente desconocida porque nadie notó la diferencia, excepto la feliz esposa del rabino, que optó por no comentarlo.
Espectros
Si los fantasmas se esconden a tu paso con temblores de sábana, si los esqueletos vuelven a zambullirse de un salto en sus propias tumbas, no te jactes, amigo. Nunca te jactes de asustar a los espectros. Las muecas de terror con que se apartan de tu camino no son más que simulacros con los que pretenden hacerte creer que todavía estás vivo.
Secador de pelo
Digamos que estás con un secador de pelo. Digamos que el secador te ama. Digamos que pretende apoderarse de tu cuerpo por la persuasión o la violencia. Digamos que está soplando aire tibio sobre tu oreja izquierda, tal vez la más sensible. Digamos que podrías desenchufarlo a voluntad, si te lo propusieras. Después, callemos.
En la puerta del burdel, un hombre pregona la mercadería a los viandantes. Les ofrece una mujer muy blanca pero cubierta de lunares y otra dada a pulposas fantasías y otra de ojos como espadas y otra capaz de tocar tres instrumentos al unísono y otra que ruge como el rotor de un helicóptero desbocado y otra extranjera y otra que se olvida de su propio nombre en cada recodo de su sexo. Sin embargo, adentro hay solamente una mujer. Sin embargo, el hombre no miente.
Golem y rabino
Muchos cabalistas fueron capaces de crear un Golem, pero no todos lograron que su Golem les obedeciera. Se cuenta la historia de un Golem rebelde a quien cierto rabino modeló a su propia imagen y semejanza y que, aprovechando el notable parecido de sus rasgos, tomó el lugar de su Creador. Esta verídica historia es absolutamente desconocida porque nadie notó la diferencia, excepto la feliz esposa del rabino, que optó por no comentarlo.
Espectros
Si los fantasmas se esconden a tu paso con temblores de sábana, si los esqueletos vuelven a zambullirse de un salto en sus propias tumbas, no te jactes, amigo. Nunca te jactes de asustar a los espectros. Las muecas de terror con que se apartan de tu camino no son más que simulacros con los que pretenden hacerte creer que todavía estás vivo.
Secador de pelo
Digamos que estás con un secador de pelo. Digamos que el secador te ama. Digamos que pretende apoderarse de tu cuerpo por la persuasión o la violencia. Digamos que está soplando aire tibio sobre tu oreja izquierda, tal vez la más sensible. Digamos que podrías desenchufarlo a voluntad, si te lo propusieras. Después, callemos.
Ana María Shua (Casa de geishas, 1992)
Recomendados
"Historia argentina", Rodrigo Fresán (reedición 2009)
EL APRENDIZ DE BRUJO. Sorprende, mientras se lee Historia argentina, la variedad y la potencia de los recursos que su autor pone en juego. Y no sólo su oído literario: también su cultura portentosa, tanto más portentosa si se tiene en cuenta que, cuando el libro se publicó, Fresán contaba veintisiete años. El mismo ha dicho en más de una ocasión, y es verdad, que este primer libro contiene el germen de todos los posteriores. La frase es casi un lugar común cuando se trata de los primeros libros de toda suerte de escritores, sobre todo si han hecho fortuna. Resulta difícil, por lo tanto, dar a entender hasta qué punto es realmente así en este caso. Hasta qué punto cabe afirmar que Rodrigo Fresán debuta como un escritor ya acuñado, resuelto. De tal forma que sus libros sucesivos –como él mismo no ha dejado de reconocer– parecen desarrollo natural de temas, obsesiones, maneras que ya están presentes en Historia argentina, y no sólo latentes.
EL ASALTO A LAS INSTITUCIONES. Desde su primer libro, Rodrigo Fresán se ha mostrado inconforme con la naturaleza capsular del cuento tradicional y, aun siendo un cuentista portentoso, ha elaborado estructuras, mallas narrativas en las que la relativa independencia de cada una de las piezas queda cuestionada, o si se prefiere “ablandada”, por la circulación, de una a otra, de motivos, de escenarios, de personajes recurrentes. Se produce de este modo una reverberación de su sentido que liga entre sí las distintas piezas y permite hablar de un ente articulado que, sin llegar a ser propiamente una novela, apunta a cierta afinidad con las formas más abiertas del género. Se ha hablado con este motivo de un género mutante, que vendría gozando de un creciente predicamento en los últimos años, si bien en el caso particular de Rodrigo Fresán conviene destacar dos cosas: la precocidad con que lo practicó, por un lado, y la tendencia que toda su obra muestra a cohesionarse conforme a un mismo principio de tránsito, infiltración, recurrencia, como si se tratase de un continuo narrativo cuyo germen sería precisamente Historia argentina. Conviene, también, recordar lo que el propio Fresán ha dicho acerca del género a que pertenece la Historia argentina (sin cursiva), construida, según él, “como una vertiginosa sucesión de cuentos y no como una novela”. Observa Fresán: “Si se piensa en la Historia argentina como una espasmódica sucesión de narraciones –Los mil y un crepúsculos, podría llamarse– apenas conectadas por un hilo común, entonces la Argentina como país cobra cierto sentido... De ahí que, a la hora de contar mi país, yo haya escogido el formato de novela-en-cuentos o cuentos-en-novela para Historia argentina. Recurso genético al que regresaría en Vidas de santos y en La velocidad de las cosas”. Y añade: “No es azar que las Grandes Novelas Argentinas (pienso en la rareza fundante del Facundo de Sarmiento, en Rayuela de Julio Cortázar; en Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal; en Respiración artificial de Ricardo Piglia; en El beso de la mujer araña de Manuel Puig, en Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato) no respeten nunca la estructura tradicional del monstruo y se atomicen en varias o en miles de piezas de puzzles. No es casual tampoco que El sueño de los héroes de Bioy Casares trate, en realidad, de la historia de una novela intentando recordar desesperadamente el cuento de lo que sucedió una noche”. Ignacio Echevarría (fragmento del prólogo / reedición 2009).
EL APRENDIZ DE BRUJO. Sorprende, mientras se lee Historia argentina, la variedad y la potencia de los recursos que su autor pone en juego. Y no sólo su oído literario: también su cultura portentosa, tanto más portentosa si se tiene en cuenta que, cuando el libro se publicó, Fresán contaba veintisiete años. El mismo ha dicho en más de una ocasión, y es verdad, que este primer libro contiene el germen de todos los posteriores. La frase es casi un lugar común cuando se trata de los primeros libros de toda suerte de escritores, sobre todo si han hecho fortuna. Resulta difícil, por lo tanto, dar a entender hasta qué punto es realmente así en este caso. Hasta qué punto cabe afirmar que Rodrigo Fresán debuta como un escritor ya acuñado, resuelto. De tal forma que sus libros sucesivos –como él mismo no ha dejado de reconocer– parecen desarrollo natural de temas, obsesiones, maneras que ya están presentes en Historia argentina, y no sólo latentes.
EL ASALTO A LAS INSTITUCIONES. Desde su primer libro, Rodrigo Fresán se ha mostrado inconforme con la naturaleza capsular del cuento tradicional y, aun siendo un cuentista portentoso, ha elaborado estructuras, mallas narrativas en las que la relativa independencia de cada una de las piezas queda cuestionada, o si se prefiere “ablandada”, por la circulación, de una a otra, de motivos, de escenarios, de personajes recurrentes. Se produce de este modo una reverberación de su sentido que liga entre sí las distintas piezas y permite hablar de un ente articulado que, sin llegar a ser propiamente una novela, apunta a cierta afinidad con las formas más abiertas del género. Se ha hablado con este motivo de un género mutante, que vendría gozando de un creciente predicamento en los últimos años, si bien en el caso particular de Rodrigo Fresán conviene destacar dos cosas: la precocidad con que lo practicó, por un lado, y la tendencia que toda su obra muestra a cohesionarse conforme a un mismo principio de tránsito, infiltración, recurrencia, como si se tratase de un continuo narrativo cuyo germen sería precisamente Historia argentina. Conviene, también, recordar lo que el propio Fresán ha dicho acerca del género a que pertenece la Historia argentina (sin cursiva), construida, según él, “como una vertiginosa sucesión de cuentos y no como una novela”. Observa Fresán: “Si se piensa en la Historia argentina como una espasmódica sucesión de narraciones –Los mil y un crepúsculos, podría llamarse– apenas conectadas por un hilo común, entonces la Argentina como país cobra cierto sentido... De ahí que, a la hora de contar mi país, yo haya escogido el formato de novela-en-cuentos o cuentos-en-novela para Historia argentina. Recurso genético al que regresaría en Vidas de santos y en La velocidad de las cosas”. Y añade: “No es azar que las Grandes Novelas Argentinas (pienso en la rareza fundante del Facundo de Sarmiento, en Rayuela de Julio Cortázar; en Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal; en Respiración artificial de Ricardo Piglia; en El beso de la mujer araña de Manuel Puig, en Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato) no respeten nunca la estructura tradicional del monstruo y se atomicen en varias o en miles de piezas de puzzles. No es casual tampoco que El sueño de los héroes de Bioy Casares trate, en realidad, de la historia de una novela intentando recordar desesperadamente el cuento de lo que sucedió una noche”. Ignacio Echevarría (fragmento del prólogo / reedición 2009).
Bonus track: Nota de Fresán sobre Pynchon
miércoles, 23 de junio de 2010
Narrativa breve
VI
EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO ESCUCHE
El viejo coronel está solo, dicen, y nadie lo escucha. Aunque, realmente, ¿puede afirmarse, sin el menor riesgo de error, que sí, que está solo y nadie lo escucha? Nadie, claro, salvo el puñado de momias que lo sigue con la misma obsecuencia, aunque reblandecida, de los viejos tiempos, cuando el coronel era una alternativa de poder en los ámbitos militares. El también -él más que ninguno- es un resabio momificado de esos viejos tiempos que, por suerte y para bien de todos, constituyen una etapa definitivamente superada de nuestra compleja historia.
Algunos, para burlarse, insisten en compararlo con aquel otro coronel colombiano que, patéticamente olvidado, se entretenía en raspar con un cuchillo el fondo miserable de un tarro de café. Sin embargo, hay quienes dudan de que nuestro coronel merezca la aplicación en su persona de esa bella metáfora de la desolación. Aquel militar colombiano, aún en sus desvaríos, había resultado un patriota. Y el olvido en que terminaba sus días daba la impresión de constituir a todas luces una injusticia. Nuestro coronel, en cambio, dicen, merece raspar vanamente el óxido de su final como una de las formas más perfectas de la justicia.
Alberto Ramponelli (fragmento de "Apuntes para una biografía", novela, Ed. Simurg, 2009)
EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO ESCUCHE
El viejo coronel está solo, dicen, y nadie lo escucha. Aunque, realmente, ¿puede afirmarse, sin el menor riesgo de error, que sí, que está solo y nadie lo escucha? Nadie, claro, salvo el puñado de momias que lo sigue con la misma obsecuencia, aunque reblandecida, de los viejos tiempos, cuando el coronel era una alternativa de poder en los ámbitos militares. El también -él más que ninguno- es un resabio momificado de esos viejos tiempos que, por suerte y para bien de todos, constituyen una etapa definitivamente superada de nuestra compleja historia.
Algunos, para burlarse, insisten en compararlo con aquel otro coronel colombiano que, patéticamente olvidado, se entretenía en raspar con un cuchillo el fondo miserable de un tarro de café. Sin embargo, hay quienes dudan de que nuestro coronel merezca la aplicación en su persona de esa bella metáfora de la desolación. Aquel militar colombiano, aún en sus desvaríos, había resultado un patriota. Y el olvido en que terminaba sus días daba la impresión de constituir a todas luces una injusticia. Nuestro coronel, en cambio, dicen, merece raspar vanamente el óxido de su final como una de las formas más perfectas de la justicia.
Alberto Ramponelli (fragmento de "Apuntes para una biografía", novela, Ed. Simurg, 2009)
Invitados al ranchito
El peluquero
Asentaba navajas en un listón de cuero,
porque era su trabajo arrancarle a los rostros sus animales muertos.
Hacía barba y bigote para el espejo atestado de gente.
Su navaja pulía aquella superficie,
rasuraba los rostros del espejo y haciendo su trabajo,
¿afeitaba al espejo?
Era más chico que un tarro de gomina Brancato mi abuelo,
pero una cabeza más alto que la muerte.
Invitaba al cliente sacudiendo una toalla
y el cliente ocupaba aquel sillón Dossetti de madera
y entraba en el espejo.
El estilista hablaba solamente con su tijera
y cuando ella por fin tenía la lengua despegada hacia un lado, él decía “servido”.
Mi abuelo maquillaba al espejo con estrellas de talco y usaba un pulcro traje blanco.
La muerte -que también es prolija- le envidiaba su colección de peines.
Un día la muerte, que hojeaba una revista deportiva, dijo: “me toca a mí”.
Y ocupó aquel sillón, despatarrada y con un remolino en la cabeza.
“Tiene un pelo difícil”, dijo sin voz mi abuelo.
Después, la muerte asentó su navaja y haciendo su trabajo, ¿rasuraba al espejo?
El peluquero se marchó bajo un cielo cualquiera con estrellas de talco.
El espejo se pasó la mano por la cara afeitada, suave, como un recién nacido.
Jorge Boccanera (Sordomuda, 1991)
Asentaba navajas en un listón de cuero,
porque era su trabajo arrancarle a los rostros sus animales muertos.
Hacía barba y bigote para el espejo atestado de gente.
Su navaja pulía aquella superficie,
rasuraba los rostros del espejo y haciendo su trabajo,
¿afeitaba al espejo?
Era más chico que un tarro de gomina Brancato mi abuelo,
pero una cabeza más alto que la muerte.
Invitaba al cliente sacudiendo una toalla
y el cliente ocupaba aquel sillón Dossetti de madera
y entraba en el espejo.
El estilista hablaba solamente con su tijera
y cuando ella por fin tenía la lengua despegada hacia un lado, él decía “servido”.
Mi abuelo maquillaba al espejo con estrellas de talco y usaba un pulcro traje blanco.
La muerte -que también es prolija- le envidiaba su colección de peines.
Un día la muerte, que hojeaba una revista deportiva, dijo: “me toca a mí”.
Y ocupó aquel sillón, despatarrada y con un remolino en la cabeza.
“Tiene un pelo difícil”, dijo sin voz mi abuelo.
Después, la muerte asentó su navaja y haciendo su trabajo, ¿rasuraba al espejo?
El peluquero se marchó bajo un cielo cualquiera con estrellas de talco.
El espejo se pasó la mano por la cara afeitada, suave, como un recién nacido.
Jorge Boccanera (Sordomuda, 1991)
Recomendados
“Pequeños reinos”, Steven Millhauser (1998)
Hay escritores semisecretos. Uno de ellos es Steven Millhauser, nacido en Nueva York aunque a primera vista su estilo a veces parece nítidamente europeo. Es lo que ocurre, por ejemplo, en “August Eschenburg”... En ese sentido otro relato largo, o novela corta, de Millhauser, “Pequeños reinos” (incluido en el libro del mismo título editado por el sello chileno Andrés Bello), basado en una tensión semejante, se inclinaba un poco más hacia el territorio estadounidense del relato, sin abdicar, más bien potenciando, su latido místico o metafísico. Lograba así estructurar algo que no es exagerado ubicar como uno de los grandes relatos de la narración estadounidense, rozando zonas antes tocadas sólo por obras como el“Bartleby” de Melville. Elvio E. Gandolfo (Revista Cuasar)
Como todo autor que rinde culto a la imaginación, Steven Millhauser resulta inquietante. Poco conocido entre los lectores de habla hispana, sólo se pudo acceder a su obra con la traducción (también publicada por Andrés Bello) de su novela “Martin Dressler” , ganadora del premio Pulitzer 1997. “Pequeños reinos” es un volumen compuesto por tres relatos que, a pesar de sus diferencias de estructuras y de épocas, tienen hilos conductores. Por un lado, el hecho de que sus protagonistas (generalmente artistas) escapen por momentos de la realidad para refugiarse en la imaginación, trastrocando la rutina y la vigilia por la intuición y los sueños. Por otro, el hábil manejo psicológico de personajes y relaciones humanas, que reflejan el lado generalmente oculto de nuestro sistema de pensamiento o los complejos mecanismos de la sexualidad humana (un latente incesto, un latente trío, una latente homosexualidad)… "Catálogo de la exposición: el arte de Edmund Moorash, 1810-1846", es el cuento más interesante del volumen. El análisis profundo que, de cada una de las obras expuestas por el ficticio pintor, realiza el compilador del catálogo, hace surgir el entorno del artista: su hermana Elizabeth (con quien mantiene una compleja relación), su amigo William Pinney y Sophia, la hermana de este último. El misterio de las relaciones entre estos personajes va elevándose hasta culminar en tragedia. La observación que hace Elizabeth para definir la pintura de su hermano ("Edmund quiere disolver las formas y reconstituirlas para liberar su energía. El arte como alquimia") puede muy bien extenderse a la obra de Millhauser. Este profesor de literatura inglesa del Skidmore College ha logrado la operación alquímica necesaria para transmutar estos "pequeños reinos" en grandes reinos. Agustina Roca (La Nación)
Hay escritores semisecretos. Uno de ellos es Steven Millhauser, nacido en Nueva York aunque a primera vista su estilo a veces parece nítidamente europeo. Es lo que ocurre, por ejemplo, en “August Eschenburg”... En ese sentido otro relato largo, o novela corta, de Millhauser, “Pequeños reinos” (incluido en el libro del mismo título editado por el sello chileno Andrés Bello), basado en una tensión semejante, se inclinaba un poco más hacia el territorio estadounidense del relato, sin abdicar, más bien potenciando, su latido místico o metafísico. Lograba así estructurar algo que no es exagerado ubicar como uno de los grandes relatos de la narración estadounidense, rozando zonas antes tocadas sólo por obras como el“Bartleby” de Melville. Elvio E. Gandolfo (Revista Cuasar)
Como todo autor que rinde culto a la imaginación, Steven Millhauser resulta inquietante. Poco conocido entre los lectores de habla hispana, sólo se pudo acceder a su obra con la traducción (también publicada por Andrés Bello) de su novela “Martin Dressler” , ganadora del premio Pulitzer 1997. “Pequeños reinos” es un volumen compuesto por tres relatos que, a pesar de sus diferencias de estructuras y de épocas, tienen hilos conductores. Por un lado, el hecho de que sus protagonistas (generalmente artistas) escapen por momentos de la realidad para refugiarse en la imaginación, trastrocando la rutina y la vigilia por la intuición y los sueños. Por otro, el hábil manejo psicológico de personajes y relaciones humanas, que reflejan el lado generalmente oculto de nuestro sistema de pensamiento o los complejos mecanismos de la sexualidad humana (un latente incesto, un latente trío, una latente homosexualidad)… "Catálogo de la exposición: el arte de Edmund Moorash, 1810-1846", es el cuento más interesante del volumen. El análisis profundo que, de cada una de las obras expuestas por el ficticio pintor, realiza el compilador del catálogo, hace surgir el entorno del artista: su hermana Elizabeth (con quien mantiene una compleja relación), su amigo William Pinney y Sophia, la hermana de este último. El misterio de las relaciones entre estos personajes va elevándose hasta culminar en tragedia. La observación que hace Elizabeth para definir la pintura de su hermano ("Edmund quiere disolver las formas y reconstituirlas para liberar su energía. El arte como alquimia") puede muy bien extenderse a la obra de Millhauser. Este profesor de literatura inglesa del Skidmore College ha logrado la operación alquímica necesaria para transmutar estos "pequeños reinos" en grandes reinos. Agustina Roca (La Nación)
Libros recibidos
La forma del agua, Claudio Archubi (cuentos)
Variaciones sobre el sueño de Chuang Tzu, Fabián Vique (microficciones)
Luz de origen, María Fernanda Sánchez Barros (poemas)
Textos sin destino, Fernando Belottini (cuentos)
Al costado de la ruta, Andrés Carreño (novela)
Variaciones sobre el sueño de Chuang Tzu, Fabián Vique (microficciones)
Luz de origen, María Fernanda Sánchez Barros (poemas)
Textos sin destino, Fernando Belottini (cuentos)
Al costado de la ruta, Andrés Carreño (novela)
Citas
“...las raíces de la literatura de mi país no se hunden en el suelo sino en una pared, en la pared donde cada uno de esos escritores tiene su biblioteca”, Rodrigo Fresán.
“...los dueños de las plumas más sensibles y virtuosas son los lectores que escriben y no los escritores que leen”, Rodrigo Fresán (Historia Argentina).
“Que otros se jacten de los libros que han escrito. Yo me jacto de los libros que he leído”, Jorge Luis Borges.
“...los dueños de las plumas más sensibles y virtuosas son los lectores que escriben y no los escritores que leen”, Rodrigo Fresán (Historia Argentina).
“Que otros se jacten de los libros que han escrito. Yo me jacto de los libros que he leído”, Jorge Luis Borges.
sábado, 12 de junio de 2010
Narrativa breve
EL ASESINO SE ARREPIENTE
Cierto pasaje de Hegel dice: “...la vida ultrajada aparece como un poder hostil contra el culpable y lo persigue de igual modo que éste había perseguido a aquélla: así el castigo como destino es la reacción idéntica a la del acto del propio ofensor, de un poder que él mismo ha armado, de un enemigo convertido en enemigo por él mismo”.
Claro, él no había leído este pasaje de Hegel, o si lo había leído no lo tuvo en cuenta cuando, dejándose llevar por la ira, mató a Juan delante de testigos. A partir de ese momento tuvo que escapar y esconderse. Sabía que la ley lo buscaba, tomó precauciones. No se quedaba demasiado tiempo en ningún sitio, prefería trabajos nocturnos para reducir su exposición pública, cortó todo lazo con su familia. Se volvió receloso, solitario. Sintió que podía acostumbrarse a esta vida, en definitiva pautada por ciertos requisitos, como cualquier otra.
No pudo acostumbrarse, sin embargo, a un hecho imprevisto: la presencia de Juan. Una presencia que fue agrandándose día tras día. Acechante, amenazador, Juan estaba en todas las cosas. En caras y miradas, en las sombras de su pieza, en los espejos, en la sirena que atravesando la noche llegaba hasta su insomnio. También fueron Juan los policías que finalmente lo apresaron, los jueces que dictaminaron su condena, incluso esa página del código penal en que los jueces basaron su dictamen. Fueron Juan los carceleros, los demás reclusos con quienes compartía el cautiverio, las horas del reloj, los días en el calendario, la soledad, las sombras, ahora, de su celda.
Entonces el hombre deseó desconsoladamente un imposible: que las cosas hubieran ocurrido a la inversa, que el muerto fuera él y no el otro, para así perseguir a Juan, con la forma imbatible de un fantasma, hasta el fin de los días.
Alberto Ramponelli (“Una costumbre de Oceanía”, Ed. Simurg, 2006)
Cierto pasaje de Hegel dice: “...la vida ultrajada aparece como un poder hostil contra el culpable y lo persigue de igual modo que éste había perseguido a aquélla: así el castigo como destino es la reacción idéntica a la del acto del propio ofensor, de un poder que él mismo ha armado, de un enemigo convertido en enemigo por él mismo”.
Claro, él no había leído este pasaje de Hegel, o si lo había leído no lo tuvo en cuenta cuando, dejándose llevar por la ira, mató a Juan delante de testigos. A partir de ese momento tuvo que escapar y esconderse. Sabía que la ley lo buscaba, tomó precauciones. No se quedaba demasiado tiempo en ningún sitio, prefería trabajos nocturnos para reducir su exposición pública, cortó todo lazo con su familia. Se volvió receloso, solitario. Sintió que podía acostumbrarse a esta vida, en definitiva pautada por ciertos requisitos, como cualquier otra.
No pudo acostumbrarse, sin embargo, a un hecho imprevisto: la presencia de Juan. Una presencia que fue agrandándose día tras día. Acechante, amenazador, Juan estaba en todas las cosas. En caras y miradas, en las sombras de su pieza, en los espejos, en la sirena que atravesando la noche llegaba hasta su insomnio. También fueron Juan los policías que finalmente lo apresaron, los jueces que dictaminaron su condena, incluso esa página del código penal en que los jueces basaron su dictamen. Fueron Juan los carceleros, los demás reclusos con quienes compartía el cautiverio, las horas del reloj, los días en el calendario, la soledad, las sombras, ahora, de su celda.
Entonces el hombre deseó desconsoladamente un imposible: que las cosas hubieran ocurrido a la inversa, que el muerto fuera él y no el otro, para así perseguir a Juan, con la forma imbatible de un fantasma, hasta el fin de los días.
Alberto Ramponelli (“Una costumbre de Oceanía”, Ed. Simurg, 2006)
Reportajes
AQUÍ EL REPORTAJE QUE ME HIZO LUCIA MARROQUIN PARA PERFIL
Diario Perfil, suplemento Cultura
Domingo 10 de enero de 2010
LAS 10 PREGUNTAS
Ramponelli: de lo extraño
Ha publicado libros de relatos y novelas. Coordina talleres literarios, en los que dice aprender más de lo que enseña. En los años noventa dirigió la revista literaria “Otras Puertas”. Su novela “El último fuego” fue finalista del Premio Clarín de Novela (1998) y fue distinguido por el Fondo Nacional de las Artes en cuento -1998 y 2004- y novela -1996 y 2008-. Acaba de salir su última novela “Apuntes para una biografía”. Varios críticos coinciden en que lo extraño, lo inquietante y el suspenso son dimensiones elementales de su escritura. De su obra se ha dicho que es “el producto narrativo de una paciencia de orfebre”. Aquí, sus confesiones sobre el oficio de escribir.
-¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
-En realidad, lo primero relacionado a la ficción que leí fueron revistas de historietas, tipo Misterix, que me iniciaron en el territorio maravilloso de los héroes y sus peripecias. En cuanto a libro, el primero que recuerdo es “El llamado de la selva”, de Jack London, en la clásica colección Robin Hood.
-¿Cuál es su autor favorito vivo?
-Dudo entre dos: Paul Auster y Steven Millhauser. Auster, porque tiene una novela formidable, “El palacio de la luna” y un cuento también formidable, “El cuento de navidad de Auggie Wren”. Y Millhauser, porque como él mismo lo dice en una de las pocas entrevistas que concedió, su literatura busca restaurar en el mundo la extrañeza que siempre estuvo allí.
-¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
-Responder a esta pregunta es casi tan difícil como encontrar una isla desierta en este mundo globalizado. Aunque un departamento monoambiente en un edificio remoto de cualquier gran ciudad bien puede resultar una metáfora de la susodicha isla. Va la respuesta: “Absalón, Absalón”, de Faulkner, porque es como si me llevara también una parte importante de Onetti.
-¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
-Acabo de leer “Seda”, de Alessandro Baricco, una novela breve estupenda, donde se conjuga pericia narrativa y una prosa de un laconismo poético notable. Y estoy leyendo la trilogía de Stieg Larsson, donde aplico la teoría de Macedonio del lector salteado.
-¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
-Voy a cometer una herejía, pero así son las cosas. No se trata de un libro reciente, sino de uno cuya lectura tenía pendiente: “Historias de amor”, de Bioy Casares. Este libro no hace otra cosa que confirmar (o confirmarme, en todo caso) lo importante que fue en la carrera literaria de Bioy su amistad con Borges.
-¿Qué libro quisiera releer pronto?
-“La pesquisa”, de Juan José Saer.
-¿Cuándo escribe?
-Cuando escribir no es el resultado de un fatigoso voluntarismo.
-¿Quién debería ser el próximo Nobel?
-Cormac McCarthy, autor de una gran novela, “Meridiano de sangre”. Ahí, McCarthy crea, como bien señaló Carlos Gamerro, uno de los villanos más memorables de la historia de la literatura.
-¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
-Café y cigarrillos a mano, la luminosa penumbra exacta en mi cueva de escritor. Y sobre todo: estar absolutamente despojado de cualquier fatigoso voluntarismo.
-¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
-El de “El Aleph” de Borges: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajo un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.”
Diario Perfil, suplemento Cultura
Domingo 10 de enero de 2010
LAS 10 PREGUNTAS
Ramponelli: de lo extraño
Ha publicado libros de relatos y novelas. Coordina talleres literarios, en los que dice aprender más de lo que enseña. En los años noventa dirigió la revista literaria “Otras Puertas”. Su novela “El último fuego” fue finalista del Premio Clarín de Novela (1998) y fue distinguido por el Fondo Nacional de las Artes en cuento -1998 y 2004- y novela -1996 y 2008-. Acaba de salir su última novela “Apuntes para una biografía”. Varios críticos coinciden en que lo extraño, lo inquietante y el suspenso son dimensiones elementales de su escritura. De su obra se ha dicho que es “el producto narrativo de una paciencia de orfebre”. Aquí, sus confesiones sobre el oficio de escribir.
-¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
-En realidad, lo primero relacionado a la ficción que leí fueron revistas de historietas, tipo Misterix, que me iniciaron en el territorio maravilloso de los héroes y sus peripecias. En cuanto a libro, el primero que recuerdo es “El llamado de la selva”, de Jack London, en la clásica colección Robin Hood.
-¿Cuál es su autor favorito vivo?
-Dudo entre dos: Paul Auster y Steven Millhauser. Auster, porque tiene una novela formidable, “El palacio de la luna” y un cuento también formidable, “El cuento de navidad de Auggie Wren”. Y Millhauser, porque como él mismo lo dice en una de las pocas entrevistas que concedió, su literatura busca restaurar en el mundo la extrañeza que siempre estuvo allí.
-¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
-Responder a esta pregunta es casi tan difícil como encontrar una isla desierta en este mundo globalizado. Aunque un departamento monoambiente en un edificio remoto de cualquier gran ciudad bien puede resultar una metáfora de la susodicha isla. Va la respuesta: “Absalón, Absalón”, de Faulkner, porque es como si me llevara también una parte importante de Onetti.
-¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
-Acabo de leer “Seda”, de Alessandro Baricco, una novela breve estupenda, donde se conjuga pericia narrativa y una prosa de un laconismo poético notable. Y estoy leyendo la trilogía de Stieg Larsson, donde aplico la teoría de Macedonio del lector salteado.
-¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
-Voy a cometer una herejía, pero así son las cosas. No se trata de un libro reciente, sino de uno cuya lectura tenía pendiente: “Historias de amor”, de Bioy Casares. Este libro no hace otra cosa que confirmar (o confirmarme, en todo caso) lo importante que fue en la carrera literaria de Bioy su amistad con Borges.
-¿Qué libro quisiera releer pronto?
-“La pesquisa”, de Juan José Saer.
-¿Cuándo escribe?
-Cuando escribir no es el resultado de un fatigoso voluntarismo.
-¿Quién debería ser el próximo Nobel?
-Cormac McCarthy, autor de una gran novela, “Meridiano de sangre”. Ahí, McCarthy crea, como bien señaló Carlos Gamerro, uno de los villanos más memorables de la historia de la literatura.
-¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
-Café y cigarrillos a mano, la luminosa penumbra exacta en mi cueva de escritor. Y sobre todo: estar absolutamente despojado de cualquier fatigoso voluntarismo.
-¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
-El de “El Aleph” de Borges: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajo un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.”
(y fue con foto y todo)
Poemas
De campo somos
Ya no hay campo.
Me lo dicen veloces motocicletas
con jinetes enmascarados
persiguiendo
conejos de bolaño
por lánguidas praderas de Saladillo o
Chivilcoy.
Ya no hay campo.
Quiero decir, campo como
el de antes, ese campo nuestro
de Girondo, campo
que engordaba con trigo a las vanguardias,
henchía sus versos de metáforas bicornutas
y viajes al París consagratorio.
Que nadie se llame a engaño, entonces.
Aunque el viento tenga a veces
olor a lluvia y la lluvia
se parezca un poco a
viento mojado
son dos cosas distintas, como
distinta es una vaca de un conejo y
distinto es el trigo de la soja.
Alberto Ramponelli (inédito)
Invitados al ranchito
Joe, el cazador
A Germán
Ahí afuera queda el bosque
están los senderos
y las presas.
Pero el cazador ha muerto.
Contra la pared
descansa la escopeta
y sobre la mesa
un puñado de balas bendecidas.
Alguien decidió
que Joe no se despierte esta mañana
que tenga un final sin sobresaltos.
Que se deshaga en la cama
como un sueño modesto
sin transpirar en la maleza
o descubriendo
un nuevo atajo en el cañaveral.
El cazador ha muerto
pero sus trampas están en todo el bosque.
Cuando cerró los ojos
creyó que nada más iba a dormir.
Después saldría junto al sol
con su abrigo
y su escopeta
sólo que la temporada de caza terminó
en algún momento de la noche.
Ahí afuera queda la llovizna
el manantial
las piedras
pero el cazador murió
al principio de esta historia.
Ahí afuera
en el bosque
hay quince ciervos blancos
escondiéndose de un muerto.
Luis Lhooner (El Club de los Mexicanos, 2005)
Recomendados
“Vineland”, Thomas Pynchon
"Vineland" aborda la realización de una idea, la cultura underground californiana de los años setenta, y sigue sus orígenes, su ebriedad, su derrota y su macilenta y a veces oprobiosa supervivencia del gobierno de Nixon al de Reagan, como si rastreara no un recorrido sino las esquivas marcas del deseo en un sistema cerrado convencionalmente llamado Estados Unidos... Reliquias del hippismo, veteranos de Vietnan dados al chachullo, plantadores clandestinos de hierba, indiferentes leñadores, músicos de rock que tocan en bodas de la mafia, vestigios del underground y de la contestación estudiantil y de más lejanos ideales machucados (viejos sindicalistas, víctimas irredentas del maccartismo) circulan por bares chic y moteles, persistentes, al amparo de los bosques, evitando a inversores y especuladores, a turistas e industriales japoneses, y eludiendo la corrosiva actividad de las fuerzas de control... Todo esto es la recomposición escueta de algo que en la lectura aparece como un cristal pulverizado, con muchos añicos de menos y hasta algunos de más... "Vineland" narra la iniciación simultánea de una generación que tardó en crecer y la de sus hijos. Pero el aprendizaje es sinuoso... La última etapa del aprendizaje es la aceptación de la incertidumbre, de que más vale la huidiza provisoriedad de la metáfora que la divisoria claridad del sistema. Por eso "Vineland" no “concluye”; antes bien, se va desvaneciendo en un prolongado final donde casi todos los personajes deambulan entre unos llamados tanatoides (vestigios de los sesenta que son “como muertos, sólo que diferentes”)... Como si francamente Pynchon pensase la novela, no ya como poética de lo inacabado y ética de la inestabilidad, sino como lujosa evidencia de que el problema que trata la supera.
"Vineland" aborda la realización de una idea, la cultura underground californiana de los años setenta, y sigue sus orígenes, su ebriedad, su derrota y su macilenta y a veces oprobiosa supervivencia del gobierno de Nixon al de Reagan, como si rastreara no un recorrido sino las esquivas marcas del deseo en un sistema cerrado convencionalmente llamado Estados Unidos... Reliquias del hippismo, veteranos de Vietnan dados al chachullo, plantadores clandestinos de hierba, indiferentes leñadores, músicos de rock que tocan en bodas de la mafia, vestigios del underground y de la contestación estudiantil y de más lejanos ideales machucados (viejos sindicalistas, víctimas irredentas del maccartismo) circulan por bares chic y moteles, persistentes, al amparo de los bosques, evitando a inversores y especuladores, a turistas e industriales japoneses, y eludiendo la corrosiva actividad de las fuerzas de control... Todo esto es la recomposición escueta de algo que en la lectura aparece como un cristal pulverizado, con muchos añicos de menos y hasta algunos de más... "Vineland" narra la iniciación simultánea de una generación que tardó en crecer y la de sus hijos. Pero el aprendizaje es sinuoso... La última etapa del aprendizaje es la aceptación de la incertidumbre, de que más vale la huidiza provisoriedad de la metáfora que la divisoria claridad del sistema. Por eso "Vineland" no “concluye”; antes bien, se va desvaneciendo en un prolongado final donde casi todos los personajes deambulan entre unos llamados tanatoides (vestigios de los sesenta que son “como muertos, sólo que diferentes”)... Como si francamente Pynchon pensase la novela, no ya como poética de lo inacabado y ética de la inestabilidad, sino como lujosa evidencia de que el problema que trata la supera.
Marcelo Cohen, “La aspiradora y la llama”
(Publicado en La Vanguardia, Barcelona, 1992)
(Publicado en La Vanguardia, Barcelona, 1992)
Citas
“Vivir no es necesario. Lo necesario es crear”, Fernando Pessoa.
“Como creador de ficciones narrativas me intereso no por las certezas, sino por las incertidumbres”, Juan José Saer.
“El paraíso por el clima, el infierno por la compañía”, Mark Twain.
“Como creador de ficciones narrativas me intereso no por las certezas, sino por las incertidumbres”, Juan José Saer.
“El paraíso por el clima, el infierno por la compañía”, Mark Twain.
sábado, 5 de junio de 2010
Narrativa breve
UN PAPEL ARRUGADO
Usted busca un nombre, dijo, un nombre que no existe. O mejor dicho, usted busca un nombre vacío, un nombre que no tiene cuerpo. Quiero decir, no hay ningún cuerpo que pertenezca a ese nombre. Es más, dijo, me atrevería a decirle que nunca lo hubo. Porque, vamos a ver, quién podría llamarse de ese modo. Nadie, hombre o mujer, para el caso es lo mismo. Nadie. No importa que usted lo busque, que tenga ese nombre escrito en un papel arrugado, que en ese papel debajo del nombre figure esta dirección. Tampoco creo que se trate de un equívoco. Simplemente pasa esto, usted busca un nombre que no tiene cuerpo, y un nombre sin cuerpo es nada más que lo ya dicho: un nombre vacío. O, para ser aún más estrictos, un vacío. Y no interprete que busco ponerme metafísico, dijo. Menos todavía, esotérico. Soy estrictamente objetivo, un nombre vacío es a lo sumo un nombre sobre un papel. La dirección tampoco agrega ni quita nada, es también un nombre, con el agregado de un número, sobre un papel. Y acabamos de acordar que un nombre sobre un papel no es nada. Es un vacío, sin metafísica ni esoterismo. Que yo viva o esté aquí para contestar a sus preguntas, no sirve tampoco de mucho. Una mera casualidad, una circunstancia fortuita. Hasta ociosa, podríamos decir, dado que, según hemos convenido, usted no busca a nadie. Puede irse tranquilo ahora, dijo, acabo de quitarle un peso de encima. Y vaya si lo es buscar un nombre vacío, buscar a nadie, y en la dirección donde no está.
Usted busca un nombre, dijo, un nombre que no existe. O mejor dicho, usted busca un nombre vacío, un nombre que no tiene cuerpo. Quiero decir, no hay ningún cuerpo que pertenezca a ese nombre. Es más, dijo, me atrevería a decirle que nunca lo hubo. Porque, vamos a ver, quién podría llamarse de ese modo. Nadie, hombre o mujer, para el caso es lo mismo. Nadie. No importa que usted lo busque, que tenga ese nombre escrito en un papel arrugado, que en ese papel debajo del nombre figure esta dirección. Tampoco creo que se trate de un equívoco. Simplemente pasa esto, usted busca un nombre que no tiene cuerpo, y un nombre sin cuerpo es nada más que lo ya dicho: un nombre vacío. O, para ser aún más estrictos, un vacío. Y no interprete que busco ponerme metafísico, dijo. Menos todavía, esotérico. Soy estrictamente objetivo, un nombre vacío es a lo sumo un nombre sobre un papel. La dirección tampoco agrega ni quita nada, es también un nombre, con el agregado de un número, sobre un papel. Y acabamos de acordar que un nombre sobre un papel no es nada. Es un vacío, sin metafísica ni esoterismo. Que yo viva o esté aquí para contestar a sus preguntas, no sirve tampoco de mucho. Una mera casualidad, una circunstancia fortuita. Hasta ociosa, podríamos decir, dado que, según hemos convenido, usted no busca a nadie. Puede irse tranquilo ahora, dijo, acabo de quitarle un peso de encima. Y vaya si lo es buscar un nombre vacío, buscar a nadie, y en la dirección donde no está.
Alberto Ramponelli ("Una costumbre de Oceanía", 2006, Ed. Simurg)
Microficciones
BREVE SOBRE DIOS
En una de las tantas tabernas celestiales, Dios bebe, conversa y juega una partida de dados con un grupo de ángeles y demonios. Está en disputa el alma de uno de los más célebres mortales del siglo XX, el señor Einstein. En realidad, lo que está en juego es la soberbia cabeza del señor Einstein, quien en el año 1927, en el hotel Metropole de Bruselas, afirmó: "Dios no juega a los dados". Alberto Ramponelli ("Una costumbre de Oceanía", 2006, Ed. Simurg).
En una de las tantas tabernas celestiales, Dios bebe, conversa y juega una partida de dados con un grupo de ángeles y demonios. Está en disputa el alma de uno de los más célebres mortales del siglo XX, el señor Einstein. En realidad, lo que está en juego es la soberbia cabeza del señor Einstein, quien en el año 1927, en el hotel Metropole de Bruselas, afirmó: "Dios no juega a los dados". Alberto Ramponelli ("Una costumbre de Oceanía", 2006, Ed. Simurg).
Citas
“El tipo de escritura que a mí me gusta no convierte al mundo en algo extraño, sino que restaura al mudo la extrañeza que siempre estuvo allí”. Steven Millhauser (reportaje Revista Ñ).
“...escribir es una forma particularmente intensa de estar vivo. Los momentos difíciles para mí son los que están entre los momentos que escribo. En esos momentos deambulo como un hombre muerto; un hombre muerto con una sonrisa cortés”. Steven Millhauser (reportaje Revista Ñ).
"Toda narración es un acto absoluto de imaginación, cuyo único fin es suplantar al mundo" Steven Millhauser (Retrato de un romántico).
Recomendados
“Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, Haruki Murakami.
Si la construcción de un estilo es la combinación de múltiples influencias que terminan dando como resultado una voz propia, Murakami ha sabido entretejer con endiablada habilidad su fascinación por Kafka, Lewis Carroll, Camus, Chandler y Pynchon (para citar sólo unas pocas de las influencias que resuenan en sus libros) con sus propias obsesiones... “Tenemos habitaciones en nuestro interior, no visitadas nunca u olvidadas. De tanto en tanto nos aventuramos por un pasaje que nos lleva a esas habitaciones. Y encontramos en ellas cosas que sabemos que nos pertenecen, pero es la primera vez que vemos”, declaró Murakami, luego de que Crónica del pájaro que da cuerda al mundo le permitiera alzarse con el codiciadísimo Premio Yomiuri (ganadores anteriores: Kawabata, Mishima, Kobo Abe y Kenzaburo Oé). No hay, para Murakami, metáfora de la mente más expresiva que un hotel; quizá por eso no hay libro suyo que no incluya escenas decisivas ambientadas en uno. Sepa el lector que se adentre en ese hotel infinito que ya estaba dentro antes de internarse en él y que no terminará de salir aunque sus pies se apoyen de nuevo en suelo conocido. Juan Forn (Página 12, 2001).
viernes, 4 de junio de 2010
Microficciones
ELLOS
Ni siquiera hace falta esperarlos. Uno detrás de otro, llegan. Sin pausa, sin descanso. Llegan. ¿Quién dijo que la espera sin concreción es mala? Esto es mucho peor. Preferible estar al borde del desierto esperando a los tártaros y que estos se demoren infinitamente. Mil veces preferible. Porque acá sí llegan. Uno detrás de otro, llegan. No nos dan tregua, nos dejan vacíos, sin tiempo para pensar, sin un remanso de quietud donde cultivar un conflicto hecho de tedio. Ni siquiera podemos aburrirnos. ¿Quién puede vivir así? Llega la noche, y ellos. Llega el día, y ellos. Ellos, ellos. ¿Rendirnos, quizás? No podemos. Nadie sabe por qué, pero no podemos. Desearíamos lavarnos en viejos fuentones, aunque más no sea, criar un perro, demorarnos un poco en la sobremesa. Pero no. Ellos. A veces incluso nos encerramos en el baño a fumar un cigarrillo, pero enseguida una mano golpea imperiosa la puerta. No hacen falta palabras, el tac, tac, tac, impaciente, dice: vienen, vienen, ellos vienen. Ellos. Alberto Ramponelli (inédito).
a diana t. en el recuerdo
Ahora yace en la vereda. Estrellada, completamente. Quieta. Pero antes tuvo la forma de un cuerpo en movimiento. Que subió las escaleras de este edificio público, que se acercó a la ventana del quinto piso, que. Punto, final. Se trata de una muchacha joven. El pelo rojo se va manchando de otro rojo, más intenso. Como si fuera una rúbrica la sangre. Como el sello y la firma que cierra el trámite. Alberto Ramponelli (inédito).
Invitados al ranchito
Sin llaves y a oscuras
Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.
Fabián Casas (El salmón,1996)
Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.
Fabián Casas (El salmón,1996)
Microficciones
UN HECHO ESTETICO
Como una palabra tragada por el silencio, puede decirse. Lo cierto es que el tipo cayó desde la cubierta sólida de un barco y luego de teatrales pataleos y manoteos más o menos grandilocuentes, desapareció bajo la superficie del agua. Tal vez, con un poco de suerte, el cuerpo sea devuelto a tierra firme. Pero no resucita; es sólo un cuerpo muerto sobre la arena de la playa. A lo sumo, algunos testigos podrán apreciar la belleza quieta, casi repugnante en su propia fascinación, del ahogado. Alberto Ramponelli (Inédito).
NADIE ESTÁ EN CASA
Una luz se prende en algún lugar de la casa, pero la casa está vacía (el gato, que dormita solitario sobre un sillón, no cuenta). Un sonido se escucha en algún punto de la casa, pero la casa está vacía. Un objeto cambia de disposición dentro de la casa, pero la casa, claro, está vacía. Y un minuto antes de que sus habitantes regresen, la luz se apaga, el silencio se restituya, el objeto vuelve a su sitio. Sólo el gato ha sido testigo de estos mínimos acontecimientos. Pero, como ya dijimos antes, el gato no cuenta. Alberto Ramponelli (Inédito).
Como una palabra tragada por el silencio, puede decirse. Lo cierto es que el tipo cayó desde la cubierta sólida de un barco y luego de teatrales pataleos y manoteos más o menos grandilocuentes, desapareció bajo la superficie del agua. Tal vez, con un poco de suerte, el cuerpo sea devuelto a tierra firme. Pero no resucita; es sólo un cuerpo muerto sobre la arena de la playa. A lo sumo, algunos testigos podrán apreciar la belleza quieta, casi repugnante en su propia fascinación, del ahogado. Alberto Ramponelli (Inédito).
NADIE ESTÁ EN CASA
Una luz se prende en algún lugar de la casa, pero la casa está vacía (el gato, que dormita solitario sobre un sillón, no cuenta). Un sonido se escucha en algún punto de la casa, pero la casa está vacía. Un objeto cambia de disposición dentro de la casa, pero la casa, claro, está vacía. Y un minuto antes de que sus habitantes regresen, la luz se apaga, el silencio se restituya, el objeto vuelve a su sitio. Sólo el gato ha sido testigo de estos mínimos acontecimientos. Pero, como ya dijimos antes, el gato no cuenta. Alberto Ramponelli (Inédito).
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